La ciudad de Monterrey, Nuevo León, ha sido escenario de numerosas leyendas urbanas a lo largo de los años, una de las más famosas siendo la supuesta existencia de túneles subterráneos que atraviesan la ciudad. Una de las historias más recurrentes es la de un túnel secreto que conecta El Obispado con la Catedral Metropolitana de Monterrey, una distancia que supera los 3 kilómetros en línea recta. Otros relatos indican que este túnel se extiende hasta el antiguo Palacio de Gobierno.
La creencia en estos túneles ha perdurado por generaciones, alimentada por la distribución de mapas que muestran las supuestas conexiones subterráneas en el corazón de la ciudad. Se dice que estos túneles servían para el traslado secreto de miembros del clero y que tenían como objetivo ofrecer una vía de escape durante los combates históricos, ya que el Obispado, debido a su posición estratégica, fue utilizado como un fuerte en múltiples ocasiones. El Cerro del Obispado, con vistas a toda la ciudad y el camino hacia Saltillo, fue sitio de batallas durante la lucha de Independencia, la Guerra de Reforma, la resistencia contra la Invasión de Estados Unidos, los enfrentamientos contra los franceses y la Revolución Mexicana.
El Cerro del Obispado, codiciado por su ubicación, sigue mostrando las cicatrices de su pasado bélico. En sus laderas aún se encuentran proyectiles de diversos tamaños y cañones abandonados, lo que ha avivado la teoría sobre la existencia de túneles secretos construidos para la defensa en tiempos de guerra.
Más recientemente, han surgido rumores sobre la expansión de estos túneles por parte de la élite de Monterrey, extendiéndose supuestamente hacia la colonia Independencia, el Santuario, la Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma y el Parque Fundidora. No obstante, no se han encontrado pruebas concluyentes que respalden estas teorías, pese a los esfuerzos de diversos historiadores por desentrañar la verdad.
La versión más aceptada y difundida sobre el origen de la leyenda de los túneles establece que lo que realmente existía en la zona era una antigua acequia que bajaba desde el Cerro del Obispado hasta el centro de Monterrey. Con el crecimiento de la ciudad, esta acequia fue cubierta, y se presume que los antiguos pobladores que la descubrieron la confundieron con un túnel secreto, dando origen a la teoría. Además, la confusión pudo haber aumentado debido a las recientes remodelaciones del drenaje pluvial en la zona de la Macroplaza.
En resumen, la fascinación por los túneles subterráneos de Monterrey ilustra cómo las leyendas urbanas pueden entrelazarse con la historia real, creando un rico tejido de misterio y realidad. Esta mezcla ha permitido que la historia persista a través de las generaciones, mientras la ciudad moderna sigue desarrollándose sobre las huellas de su pasado.
(Fuente: mvsnoticias.com)